El domingo viví algo que no esperaba y que me dejó con una sensación de vulnerabilidad digital: WhatsApp suspendido sin motivo…
WhatsApp suspendió mi cuenta personal por “actividad sospechosa”, sin previo aviso, sin explicación clara… y lo más desconcertante: ¡sin haber usado la aplicación ese día!
Como muchas personas, uso WhatsApp para mi vida cotidiana, mi trabajo, mi familia. No es un lujo, es una herramienta de conexión vital. Y de pronto, quedó fuera de mi alcance.
El mensaje que me apareció fue directo y frío: WhatsApp suspendido sin motivo.

“Tu cuenta fue suspendida por SPAM. Puedes presentar un reclamo aquí.”
Lo hice, claro.
El sistema me dijo que debía esperar 24 horas para obtener una respuesta. Pero mi intuición me dijo que eso no sería suficiente. Así que también busqué por mi cuenta un correo de contacto y envié un reclamo por otra vía.
Mientras esperaba… me puse a pensar.
Y descubrí cosas que me preocuparon aún más.
El detalle que me hizo ruido: WhatsApp suspendido sin motivo.
Esa misma mañana, antes de que me suspendieran la cuenta, me había aparecido una notificación sobre conectar mis cuentas de WhatsApp, Facebook e Instagram para temas publicitarios.
No acepté.
¿Coincidencia? Tal vez.
Pero no puedo ignorar que ya me había pasado algo parecido con mi cuenta de Facebook, que perdí para siempre justo cuando Meta comenzó a integrar inteligencia artificial en su plataforma.
En esa ocasión también reclamé, envié mis documentos, probé que era la propietaria. Nunca obtuve respuesta.
Y no soy la única.

Hoy me enteré de que una persona con muchos seguidores, con quien me estoy formando en el ámbito digital, también perdió su cuenta de Instagram recientemente.
Siguió cada paso del proceso. Envió todo lo solicitado. Y aún espera una resolución.
Reflexión: ¿Qué tan seguros estamos? Cuando… WhatsApp suspendido sin motivo.

Este artículo no es una queja. Es una advertencia y una reflexión.
Vivimos en una era donde las plataformas digitales son el centro de nuestras comunicaciones, nuestras marcas personales, nuestras fuentes de ingresos.
Y, sin embargo, estamos completamente desprotegidos ante decisiones automáticas, sin atención humana, sin derecho real al reclamo.
¿Cómo puede ser que una empresa tan grande como Meta, que tiene miles de millones de usuarios, no cuente con un servicio de atención humana para resolver este tipo de situaciones?
Y más aún…
¿Cuántas personas talentosas podrían trabajar remotamente resolviendo estos casos, si tan solo hubiera voluntad de cuidar a los usuarios?
Si te pasó algo parecido, no estás solo/a.
Esto no es un problema aislado.
Es un patrón que está afectando a cada vez más personas.
Por eso escribo esto: para advertir, para compartir, para que si un día te pasa algo similar, no pienses que estás sola o que hiciste algo mal.
¿Qué podemos hacer?
- Documenta todo. Captura pantallas, guarda los mensajes, registra fechas y pasos.
- Reclama por múltiples vías. No te quedes con un solo canal.
- Comparte tu experiencia. Cuanta más visibilidad tengan estos casos, más presión social habrá.
- Explora opciones descentralizadas. No pongamos toda nuestra vida digital en una sola canasta.
- Sigue construyendo tu comunidad fuera de estas plataformas. Un blog, una lista de correos, una red independiente.
La tecnología no es el enemigo. El problema es cuando el poder se concentra sin control, sin transparencia y sin humanidad.
Hoy no escribo como experta, sino como usuaria. Como alguien que valora su libertad digital y quiere abrir una conversación urgente:
¿Cómo protegemos nuestros espacios en un mundo donde las reglas cambian sin aviso y sin diálogo?
Te leo en los comentarios. Y si esto resuena contigo, compártelo. No sabemos a quién puede ayudar.
¿Quieres recibir más reflexiones como esta o tips para cuidar tu marca digital con propósito?
